
Diseñadora de Experiencias de Aprendizaje Todo Terreno: Adaptarse, Proponer y Seguir Creando
Una confesión para empezar
¿Te ha pasado que llegas muy emocionada a un nuevo proyecto y te das cuenta de que la universidad usa una herramienta que nunca habías tocado? A mí sí… varias veces. En estos años he diseñado clases en diferentes plataformas, he trabajado con plantillas que no se parecen en nada entre sí, y me ha tocado entender cada LMS como si fuera otro idioma.
Al principio puede parecer complicado, pero cuando entiendes cómo funcionan bien las herramientas más robustas, muchas otras se vuelven más manejables.

Cada universidad tiene su manera de hacer las cosas
Blackboard, Canvas, Moodle, Brightspace, Google Classroom… cada una tiene su estilo, sus reglas y su forma de organizar los cursos. Algunas usan plantillas prediseñadas; otras tienen estructuras abiertas, pero con lineamientos muy claros. Además, cada institución trabaja con diferentes tipos de licencias: desde herramientas de autoría hasta bancos de imágenes, software para grabación, plataformas interactivas o editores de vídeo.
Muchas veces, el desafío no es elegir la herramienta ideal, sino entender qué está realmente disponible: licencias activas, LMS contratados, formatos establecidos. Como diseñadoras de experiencias de aprendizaje, no llegamos a imponer una forma de trabajo. Llegamos a leer el terreno, adaptarnos con criterio y construir soluciones reales desde ahí.
Y no, eso no significa conformarse. Significa tener claridad pedagógica para aprovechar al máximo lo que hay, y —cuando es posible— proponer mejoras que eleven la experiencia del estudiante. Entender el contexto institucional es tan importante como dominar cualquier herramienta.
Cuando entiendes una herramienta robusta, otras se vuelven más manejables
Aprender a usar una herramienta robusta me ayudó a entender mejor otras más simples o con menos funciones. No siempre es más fácil: a veces, esas herramientas más limitadas no permiten hacer todo lo que quisieras. Pero cuando tienes claro cómo estructurar el contenido, sabes cómo adaptar lo esencial y compensar lo que falta.
Ahí es donde entra la creatividad: encuentras otras formas de lograr el mismo objetivo, incluso con menos opciones. Y eso también es parte de ser diseñadora de experiencias de aprendizaje todo terreno.

Después de trabajar en distintos entornos…
Me ha tocado diseñar en una gran variedad de escenarios: desde preparar cápsulas educativas en diferentes editores, hasta crear presentaciones dentro de plantillas institucionales ya definidas, adaptar metodologías activas a estructuras más tradicionales o transformar materiales extensos en formatos breves e interactivos.
Cada nuevo entorno me ha enseñado algo importante: que lo esencial no es la herramienta ni la plantilla, sino tener claro qué necesita el estudiante y cómo facilitarle el aprendizaje con lo que está disponible.
Aprender rápido, usando lo que ya sabes
Algo que me ha servido mucho es reconocer patrones y principios que se repiten, incluso cuando las herramientas o los entornos son nuevos. Por ejemplo, si una plataforma organiza los contenidos por módulos en lugar de unidades, ya sé cómo estructurar la progresión sin perder continuidad pedagógica. Si una metodología es distinta a la que suelo aplicar, la comparo con otras que ya he trabajado para entender su lógica y adaptarla.
Esta forma de pensar por conexiones —sin aferrarse a un formato único— permite avanzar con más claridad, tomar decisiones con criterio y entregar soluciones que realmente funcionan.
Plantillas cerradas, creatividad abierta
A veces los cursos deben ajustarse a una plantilla fija o a una estructura institucional ya establecida. Parece que no se puede hacer mucho, pero justo ahí entra la creatividad. He trabajado en estructuras cerradas en Brightspace, adaptado diseños en Classroom y transformado pizarras o esquemas simples en verdaderas experiencias de aprendizaje dentro de un LMS.
La clave está en respetar el estilo y las condiciones del entorno sin perder lo que hace valioso el contenido. Se puede innovar dentro de los límites, y a veces, desde ahí, abrir nuevas posibilidades.

Ser todo terreno tiene sus ventajas
No se trata de saber usar todo solo por saber. Se trata de poder trabajar con distintos equipos, resolver rápido, adaptarse con criterio y comunicar bien lo que haces. Al final, las herramientas, las licencias o las metodologías son solo medios: lo que realmente marca la diferencia es el enfoque pedagógico y el diseño claro. Si tienes eso, cualquier entorno se convierte en una oportunidad para crear algo útil.
Siempre se puede innovar
No siempre se puede cambiar la infraestructura institucional, pero siempre hay margen para innovar. Aun dentro de plantillas cerradas o LMS rígidos, podemos repensar la narrativa, combinar recursos, integrar estrategias activas y generar experiencias más ricas para el estudiante. Y, cuando la institución lo permite, podemos sumar nuevas herramientas y expandir aún más las posibilidades de aprendizaje.
Porque al final, no solo diseñamos contenidos: diseñamos experiencias que transforman el aprendizaje y marcan la diferencia. Las plataformas y la tecnología evolucionan sin parar, pero el compromiso con un aprendizaje de calidad —relevante, accesible y motivador— permanece firme.